Tengo una pasión: los aviones y los artefactos bélicos, pero nada me gusta más como leer biografías o en este caso, autobiografías. Volando solo son los recuerdos de Roal Dahl durante su etapa como piloto de la RAF en el teatro de operaciones griego y más tarde sirio. Estamos ante una visión poco romántica y también poco hiperrrealista de un hombre para quien la guerra fue un hecho finalmente práctico, como lo dice en las siguientes líneas "La superviviencia no era por lo que uno luchaba más. Empezaba a darme cuenta de que única forma de comportarse en una situación en la que llovían bombas y pasaban silbando las balas, era aceptar los peligros y todas sus consecuencias con la mayor calma posible. Angustiarse y desesperarse por ello no servía para nada." Visto desde este punto de vista, las crónicas que Dahl hace de sus años como piloto no sólo es cruda, sino sensible a la vez. Relata un vuelo rasante por la pradera, mientras huye de los Uno-Cero-Nueve, y alcanza a ver una cabra, relata una escena casi jocosa de un león que se robó a una mujer, llevándola en el hocico durante más de doscientos metros y sobre todo, se respira en la obra el profundo amor de un hijo por su madre, visto desde las constantes cartas que Dahl envía a su madre desde los distintos campos de batalla. Las descripciones de los enfrentamientos aéreos que sostuvo son inquietantes, como la breve descripción que hace de la batalla de Atenas, donde los últimos 15 hurricanes que defendían Grecia se batieron con más de 200 Meschermints 109 y 11o. Y Dahl también habla en el libro, con amor, de los aviones, los viejos Gladiator, los confiables Tiger Moth y los terribles bombarderos Ju 88. Entre toda esta parafernalia bélica, sin embargo, es posible encontrar algunas anécdotas que darían pie a escenas y relatos de sus libros futuros. Leer Volando solo es como entrar al diario de un amigo, amigo que no pasaría exento de polémicas en su vida , un diario que nos sorprende por su sencillez y calidez.
Volando solo, Roal Dahl, Alfaguara infantil, México, p. 184, 1998