Sunday, August 31, 2025

La noche y el día de Ayami, Bae Suah

Compré este libro hace relativamente poco tiempo y, como me volví a enganchar con la lectura, me di tiempo de leerlo el día de ayer. Además es corto, así que no representó mucho tiempo. Está traducido por Ana Barragán. Ahora dicho esto, no lo entendí. O el libro no era para mí. O me pareció un libro algo tramposo. Como cuando no se tiene algo que contar, pero se introducen perspectivas y elementos de relleno, auxiliares que den páginas. La idea es interesante: una mujer atiende un teatro para ciegos, es decir, donde sólo se reproducen sonidos y se lee, actoralmente, un libro. Sin embargo, la novela nos sitúa justo en el último día que este auditorio estará abierto porque la "fundación" de la que no se dice más, supongo que ha de ser alguna entidad coreana -sí, el libro ocurre en Seúl-, decide dejar de subvencionarlo para en su lugar poner ahora una galería de arte que, misteriosamente, funciona también de la noche a la mañana. Ayami, que después sabremos que también tiene el nombre de Yeoni, fue una una niña huérfana, que vive con una anciana que recibe unas pastillas azules que le entrega un hombre, Buhda, que incluye un capítulo de su vida en la novela, en fin. Hay repeticiones de personajes, de ciertas imágenes como vestidos de algodón demasiado almidonados, fotos, etcétera. La novela busca encontrar un tono, un atmósfera que sí logran novelas contenidas como las de Yoko Ogawa, en donde hay una fragilidad que permea las acciones de los personajes, pero me parece que aquí no lo logra. Bae Suah es un escritor célebre el Corea, y además, este libro lleva ya cinco ediciones, pero no pude conectar con él. Al final, el día y la noche de Ayami se volvió caótico para mí, no logré entrar en su propuesta y, como me dijeron hace tiempo, no todo termina bien ni tienes que estar en paz con todo lo que te sucede. Así que, bueno, si he de rescatar algo, es la idea de un teatro para ciegos. Esa idea me encantó. Creo que es un gran punto de partida para una novela que no sea ésta.


122 p

Shiro Libros

Wednesday, August 27, 2025

La noche de las reinas, Vicente Alfonso

Algo que me gusta mucho de la forma como narra Vicente Alfonso es que es un maestro de la estructura narrativa. Sí, como los viejos maestros, es hábil en la construcción de los escenarios, de la trama y del manejo de la información. Nada está escrito porque sí, sino que opera en el fondo de cada escena o cada sección, una verdad que se escamotea y que sólo saldrá hasta que quien lee lo necesita para quedar aún más atrapada. Una narrativa de telaraña, que atrapa y te lleva por donde él quiere. Además de la construcción de la trama es un hábil constructor de atmósferas, tanto de la que surge de los escenarios en donde transitan sus personajes como de las internas, las que suelen volver enfermizos y derrotados, sedientos de venganza, abúlicos o frágiles a sus personajes. Todo esto lo resuelvo al leer su novela más reciente, La noche de las reinas, en donde cuenta el ataque a un gobernador de Sinaloa durante el ensayo del Miss Universo en Mazatlán en 1978. Que lo diga de manera tan categórica es parte del encanto de la novela. Vicente se mueve con soltura por las coordenadas de la vida tanto política como sentimental de Mazatlán y sus alrededores. Trae al lector a la guerrilla, a las argucias de los políticos, al servilismo puro y soñador de cierto tipo de periodismo y de cierto tipo de escritores que dan por lo que anotan su vida o al menos sus sueños. La narración cambia de perspectiva cada cierto tiempo, pasa del periodista Garay, al gobernador, el Tiburón Higareda y a las dos reinas de la novela: Miss Sudáfrica e Irene, una jovencita de la sierra sinaloense. Entre estas cuatro voces reconstruye el atentado y el caos, porque si algo tiene esta novela es que no tiene un espacio de tranquilidad: todo está enfierecido, caótico, hay vallas por todos lados, retenes, gritos, tráfico, incluso en los espacios tranquilos algo se mueve con el ritmo de las caderas de Renata. Pringa en el ambiente calor, suciedad, olores putrefactos y sol, un montón de sol. En fin, pues una gran novela, que te mantiene sin que la sueltes. Pienso ahora que extrañamos o se extrañan esos narradores que saben que su trabajo es contar una historia, no tanto construir artefactos no ficcionales literarios, que suelen hacer bostezar a muchos, pero no es este el caso. Me parece curioso, eso sí, que el libro me recuerda a Volar sobre el pantano, de Gerardo Laveaga, del que también he escrito un reseña hace algunos meses. En fin. Gran libro. No cuento más, ojalá les atraiga.

156 p
Alfaguara

Saturday, August 23, 2025

La caja de colores, Arturo Cantú

Qué hermoso libro es La caja de colores de Arturo Cantú. Cantú fue uno de los pioneros de la literatura regiomontana a mediados del siglo XX y algunos años posteriores hasta que finalmente migró a la Ciudad de México para ocupar distintos puestos de la burocracia federal. En este breve pero luminoso libro, que podríamos emparentar con Las manos de mamá de Nellie Campobello, Cantú hace un retrato fragmentando -no sé si podría ser de otra forma un retrato sobre la madre- de la suya. Y nos la presenta a partir de su próxima muerte, que ya ella y él presienten. Pero, lo que hace Arturo Cantú, en estas memorias, es que nos lleva no a la muerte, sino al momento en el que su madre le reveló que un día ella y todos, habríamos de morir. Cantú retrata con calidez esa mirada infantil, del niño que cree que existe la inmortalidad hasta que es justo su madre quien le aclara que no, que todos habremos de morir. Entonces, él vuelve el rostro para ver a esa mujer que ama, esa gran mujer con su vestido verde, sus lazos, su fuerza, que lo lleva entre las calles del centro y no puede creer que esa mujer morirá. El resto de la obra gira alrededor de la infancia, de las visitas a la madrina, del estar en el mundo entre juegos y aventuras. Es un libro pequeño, no pasará de las 90 páginas, pero es un libro hermoso. Y refuerza, claro, toda esta teoría del amor maternal, todas estas reescrituras de la muerte como memoria. El título del libro justo tiene que ver con esto que les relato. La edición tiene además muchas imágenes de Gerardo Cantú, pero me distrajeron, la verdad, porque va con esa idea de que hay que ilustrar los libros, pero éste acepta dos cosas nada más: cero ilustraciones o bien, ilustraciones que sí vayan acorde con lo se escribe. Como sea no hace mella en lo sustancial: un libro poderoso, sensible, como pocos hay en la literatura mexicana contemporánea.


80 pag.

Universidad Autónoma de Nuevo León

Thursday, August 14, 2025

69 grados norte, donde habitan los silencios, María-Fernanda González Rojas

Como una buena parte de los adultos, a mi edad ya he tenido mis roces con el duelo; desde los más simples, acaso la pérdida de un objeto, hasta algunos mucho más complejos que tienen que ver con la pérdida de parejas, familia y futuros. Esto, por supuesto, no me ha preparado para los duelos que seguirán presentándose en mi vida a lo largo de ésta o bien, para el que yo deje en los demás ante una repentina partida. Como se dice de la escritura, que un libro no te enseña a escribir otro, una pérdida tampoco, acaso sólo te dan algunos puntos de referencias, pero ahondamos en ellos con mitad ceguera y mitad luz. Por eso, porque quisiera tener herramientas para el mismo, cada cierto tiempo leo o busco guía en libros que reflexionen sobre él. Así fue como llegué a 69 grados norte, donde habitan los silencios, de María-Fernanda González Rojas. En él, María-Fernanda, en una estructura interesante, reflexiona sobre la muerte de su madre, Martha Inés, a causa del cáncer. Escrito en triadas, María-Fernanda nos ofrece tres fragmentos de la vida de su madre, con un poema para cada texto, tres ensayos cortos sobre el duelo, la migración -que es otro tipo de duelo- y la herencia, que es, a final de cuentas ese repositorio eficaz de la memoria para mantenernos a flote. La herencia que nos da identidad. La herencia que nos señala el futuro. La herencia que es una casa en donde buscamos refugio para recordar que hemos sido antes, otros, que ese otro que hemos sido ha sobrevivido ya a otros duelos. Los ensayos van sobre la obra de Didion, Octavio Paz y Elizabeth Bishop, y los relatos construyen tres momentos: el momento en el que a Martha Inés le anuncian que su cáncer ha llegado a la etapa cuatro, el momento en el que Martha Inés luchó para evitar un fraude electoral en Camargo y finalmente, el recetario emocional y gastronómico de esta mujer compleja y silenciosa, en el que destacan el pastel azteca, el pollo almendrado, la carne en chile y el souflé de pan. Éste, me parece, es el capítulo breve más hermoso del libro, pero también diría que, aunque las sentencias que se recuperan de Didion, Bishop y Paz son contundentes, la que a mí más me conmovió fue la siguiente de la autora: "¿Con tu ausencia, qué parte de mí se ha borrado?" Y porque me decanta la idea, poderosa, de que cada duelo nos hace nacer a otro distinto. Un yo que evoluciona por el dolor. Nunca seremos más el de antes, el que no había perdido nada. Nunca podremos regresar a ese Edén, en el que no había muertos, en el que no había desamor, en el que no había tristeza o rencor, pero puede que, por la herencia, por la voluntad de resignificar, ese otro que nace, ese otro yo que aparece, escondido hasta entonces dentro de nosotros, pueda tener el alcance a algo más cercano a la divinidad, a algo más cercano a la belleza: la frágil y bella sensación de que el tiempo es breve. Que ya vienen. Que estemos preparados y con nuestros vínculos sanos para decir adiós. 

108 p
UANL