Monday, July 07, 2025

Ejercicios de dactilografía, Ramiro Sanchiz

Debo confesar que tuve problemas con este libro. La prosa abigarrada, el exceso de adjetivos que lindan con lo tecnológico y una no tan clara exposición de la idea central del mismo me hacía rechazarlo varias veces, a pesar de su brevedad. Tampoco ayudó, creo que lo leí en el aeropuerto y en el avión. La editorial es uruguaya y el libro lo compré hace dos años en la FIL de Guadalajara. Ahora, dicho todo esto, es un libro que me dejó con muchas ideas. Le decía a una conocida, con quien compartí en vivo mi lectura, cuando al fin encontré cinco páginas realmente buenas, de una prosa más limpia. Y luego todo volvió a ser como antes, pero vuelvo a la idea. Sanchiz propone, tras la lectura de Yoga, de Carrere, que la escritura a máquina debería servir para despersonalizar el yo, construir un no-yo que ejerza la escritura. Pienso en la idea romántica de la escritura sin el yo autoimpuesto y me voy a los surrealistas que lo hicieron mucho en su tiempo, así que tampoco podemos decir que hay novedad, pero la idea de la despersonalización de la escritura es, por si mismo ya un juguete, es decir, algo con lo que se puede trabajar. Hay una parte interesante del libro, en el que Ramiro habla justo sobre esto que hago en este momento: avanzar rápido sobre el teclado, como si ese fluir fuera, necesariamente, algo artificial y entonces, él proponer escribir de nuevo a máquina. Por eso el título: Ejercicios de dactilografía, pero la verdad es que me perdí en esa idea de la escritura a máquina. No supe leer, que tampoco es un defecto, la propuesta real, así que intenté aferrarme, como un náufrago, a las ideas que iban soltando por aquí y por ella. Así, es bonita la imagen de un chico que diseña teclados y escribe en ellos, teclados esos sí, artificiales y su historia con las formas de escritura en sus viejas computadoras, el padre que le enseña a montar una TK90 o una Spectrum. Luego, en algún momento, el libro nos lleva al concepto de la alteridad en la arquitectura de un barrio. Y esta parte de bonita también, el cuadrante que recorre emocionalmente junto con su hija recién nacida o, de pocos meses de nacida, quien reconoce cuando él toma una ruta diferente y a punta de lágrimas lo regresa al carril. Gran, gran símbolo: no del transeúnte imaginario, sino del padre doblegado por las necesidades de la hija.  Luego, el libro nos lleva a esas cinco páginas, maravillosas; en las que Sanchiz empieza a dialogar sobre las posibilidades del andar a la deriva, pero una deriva artificial, más bien dictada no por los deseos del caminar, o de elogio del caminar, sino por el aparente caos dictado por una aplicación, Randonáutica. Esos chicos y chicas, esos hombres y mujeres que han perdido la capacidad de mirar y necesitan ser guiados por una app a sitios que, en apariencia, los deben sorprender. Esa idea me perturbó: qué tanto hemos perdido de nuestra humanidad como para que una misma aplicación nos indique qué mirar y hacia dónde caminar. Ramiro hace eso, caminar, pero en alguna parte, se desdobla hacia las posibilidades infinitas de los yo, del algoritmo que puede ser nuestras vidas. Mientras camina guiado por randonáutica, se pregunta qué estaría haciendo en su casa, en ese momento. Entonces, es un libro que me dejó muchas ideas, pero en el que avancé trabajosamente. Hay postulados que no se entienden, grillas o aparentes grillas que me parecen gratuitas, en ocasiones el autor intenta interpelar a Mario Levrero, pero eso se pierde. Luego, al final, dice que escribió el libro en un mes y yo me pregunto qué necesidad. Al final, viene un mapa de la obra de este creador, en una línea del tiempo. Me pareció atractiva. Entonces, sí estoy contento de haber leído el libro, pero leer fue casi un suplicio para mí. Raro, pero así son a veces los libros.

120 p
Pez en el hielo ediciones

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