El desencanto de las sombras es una clásica novela breve contada en primera persona que narra, como bien lo dicen las reseñas de venta en Amazon y google book y alguna que otra librería, el paso de Ana, joven pueblerina, venida a la ciudad para estudiar, y quien se ve enrolada en las juventudes sectarias de las organizaciones clandestinas en México. Y lo hace con una sólida voz narrativa, juguetona, sarcástica, entrañable, que nos presenta el momento en el que la chica tiene su primera relación sexual a instancia de sus compañeros de célula quienes la han presionado para que al fin deje la mojigatería de la virginidad.
Este punto de apertura le sirve a Eva Leticia para hacer una narración que nos presenta a la joven e indecisa e ingenua Ana, quien adopta el nombre de Lucía dentro de la organización, desde su inocente interés revolucionario hasta el desencanto que la humaniza, que la vuelve ante los lectores rotundamente cierta.
La novela me recuerda mucho el desencanto, la trama y el tono de El principio del placer de José Emilio Pacheco. Sí, esta novela tiene esa altura. El humor negro, las complejas relaciones humanas entre los integrantes de las células, la despiadada crítica a las vidas de tantos jóvenes revoltosos y revolucionarios que incendiaron y quemaron sus vidas por nada, que tiene en un breve monólogo de El Callado, uno de los personajes secundarios de la obra, pero detonante del destino final de Lucía, como mejor exponente, vuelven a esta obra una que debería ser considerada como clásica en nuestras letras y tener tantas reediciones como veo que no las ha tenido.
¿Por qué ocurre esto? No lo sé, pero la literatura mexicana sigue siendo tribal e injusta. Sigo no perdonando a las autoras y autores que inician tarde su recorrido por las letras mexicanas. Además, la primera edición salió directamente a una colección de bolsillo de Ediciones B, antes de ser comprada por Penguin Random House. ¿Por qué de bolsillo? Tal vez porque la autora no era ni es tan conocida, pero alguien supo que esta novela debía publicarse.
En fin. Sólo tengo una queja menor, pero no menor. El final. Será porque acabo de leer El jilguero y estoy sensible a los finales. Me parece que la novela o la autora al final se enamora de su personaje y, aunque la hace pasar por escenas en verdad miserables, al final se apiada de ella y le configura un final, si bien duro, con cierta luz al final. Creo que la novela no necesitaba esas páginas extra. Estaba bien, Ana ya había aprendido, ya sabía al fin en dónde estaba y quién era. Pero en fin, quejas de quien lee, pero que llega hasta las últimas palabras de la novela, que como dijo alguna vez Gabriel García Márquez, es lo único que se le puede pedir a un autor. Así que el trabajo estuvo bien hecho.
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