Viajé a Saltillo a presentar un libro y me llevé unos en el coche para leer antes y pasar la tarde allá. Dicho sea de paso, mi tarde transcurrió con mucha tranquilidad. Comí unos baos vietnamitas que tenían realmente la consistencia de una nube y el sabor explotó en mi boca cuando además les agregué unas gotas de salsa siracha, macha y un aceite de orégano. Y, aunque llevaba otros libros, pasé antes a la librería Carlos Monsiváis y me encontré con las siempre viejas ediciones del Sunambulista que venden ahí desde hace años y que al parecer nadie compra. Los libros son casi saldos que parecen olvidados en el tiempo, pero que a mí me han dado a conocer al menos a una gran autora y hoy -ayer-, a otro autor que voy a seguir; me refiero a la gran Yoko Ogawa y ahora a Nicos Cavadías. La novela de Cavadías se titula Li. Es muy breve, no pasará de 20 páginas, me parece, igual y es más un cuento largo que una novela en sí. Pero es de esas obras que no necesitan tantos adornos. Hoy leía, en palabras de un colega, una verdad aquí en China -donde ocurre esta historia-: cuando no tienes una gran historia lo que haces es reunir varias historias mediocres. No es el caso. Lí es un breve relato conmovedor. Un hombre ya mayor, de casi 40 años, marino, llega al puerto de Hong Kong en el buque donde trabaja. Al instante, éste se ve rodeado por sampáns de donde baja una serie de personajes extraños que sirven a los marinos en toda clase de cosas: limpieza, cocina, vida sexual, etcétera. El marino toma para sí a una pequeña niña china de 10 años, que trae consigo, en la espalda, a su hermanos de algunos meses de nacido. La contrata para limpieza, sorprendido por su estampa y su voluntad. La chica toma todo lo que puede y lo guarda para llevárselo a su familia, que vive en uno de los sampáns en el puerto de Hong Kong. Lo que se crea entre ambos es una amistad, que termina llevando a Lí y al marino al puerto, para que ésta conozca a su familia a la que nunca ha visto pero que vive en tierra firme. En algún momento, el marino, enternecido, intenta cargar a Li y ponerla en su regazo, pero la chica se niega, pero al día siguiente viene con una mujer mayor y le dice que ella sí puede hacer lo que el marino quiere, pero éste explica que no quería aquello. Pero la niña es inteligente y vive para cuidar al marino en todo. Ese breve punto es medular en la historia, por eso lo relato: habla de una vida dedicada al servicio y de una vida que intenta capturar la fragilidad de los hijos que no se tienen. Al final cada quien se va. El marino le promete a Lí que volverá, pero ella le contesta, con sabiduría, que no lo hará, pero que está bien, que el dragón dorado, ese que nos permite alcanzar gracias a la ayuda de otros, cosas que por nosotros mismo no podemos, se presenta solo una vez en la vida. Ya fuera del puerto, en otro, el marino descubre, entre sus ropas, que Lí lava, acomoda y cuida, un pequeño dibujo de un gran dragón dorado en un papel viejo, sucio. La obra es sensacional: construye una amistad entre dos personas que no deberían tenerla: un viejo marino griego, poeta, una niña de los ejércitos de la servidumbre del puerto de Hong Kong. Y sin embargo, de uno y del otro lado, hay respeto, afecto, admiración, cada quien da lo que puede. Una parte emocional ocurre ya en el puerto, cuando el marino lleva a Lí a conocer la ciudad y ésta aprovecha para conocer a su familia que nunca ha visto, pero que gracias a su madre sabe dónde encontrar. El marino observa sin juzgar todos los actos, los ceremoniales, sin dejar de ser un poco como un padre, más bien, un protector, pero en alguna parte también le queda claro que, si puede ir a esos sitios en la ciudad, es sólo porque Lí lo protege. Con pocos trazos, apenas los necesarios, Cavadías construye un sitio mítico, atmósferas fraternas, misteriosas, una ciudad que se desdobla ante nosotros con su caos, tanto lacustre como terrestre. Gran y pequeño libro, sin duda uno de mis preferidos de ahora en adelante.
78 páginas
Editorial funabulista

No comments:
Post a Comment