Thursday, May 01, 2025

Nadie es tan fuerte, Pablo Colacrai

A veces encuentras libros de cuento que te dan una rabia porque sabes que no podrás escribir cuentos como esos... ya luego te moderas y sabes que no tienes por qué escribir cuentos como esos si ya hay alguien que los hace y que los siga haciendo por mucho más tiempo. Porque, si los sigue escribiendo por mucho más tiempo, tendrá la oportunidad de, posiblemente, aprender a extraer aún más en su oficio de la sordidez y el candor de la naturaleza humana puesta al servicio del asombro. Todo esto pienso tras leer Nadie es tan fuerte de Pablo Colacrai. Primero debo decir que es un libro de cuentos con muchas caídas en falso. Es decir, en todos los relatos que lo componen, uno avanza como en un pasillo lleno de trampas mortales. No sabes por qué estás tenso, pero lo estás. Si sólo es literatura, te dices, pero de muchas maneras no sólo lo es. Segundo, que cada desenlace es una conversión que no necesariamente revela algo mejor, sino algo, algo que antes no estaba ahí en el cuento y que ahora asoma con toda su despiadada forma o toda su despiadada ternura. Para ejemplos tres: "Anidar", "La nave de Rick Hunter" y "Ya es mañana". Los tres relatos tienen casi la misma estructura, en el fondo se le nota, pero no importa. Lo que importa es cómo Colacrai te envuelve hasta que, como un mago que revela una carta que no esperabas, ésta no resulta ser una carta, sino la revelación de algo podrido, como un desamor o la madurez. En "Ya es mañana", por ejemplo, un sujeto despierta después de pasar la noche con una chica y entonces rememora lo que lo llevó a esa situación. La chica no importa en sí, sino lo que ocurrió. Ella acepta irse con él a su casa cuando él confiesa que es poeta. Mientras empiezan a cachondear, ella le dice que sí quiere escuchar sus poemas. Él los saca de un cajón y los lee. Ella avanza con su deseo de él mientras le leen, pero él tiene una revelación espantosa y profunda: qué malos son sus poemas, qué vergüenza la suya por creerse poeta. Y esa revelación, ese sentirse un fraude, mancha todo lo demás. Lo mismo pasa con "La nave de Rick Hunter", perp aquí el chico entre al mundo del deseo juvenil, cuando antes solo era un niño. El último relato es el que más me gusta: "El mejor regalo" es desafiante, con una estructura empalada. Al final, el personaje encuentra algo de dignidad imaginada tras buscar un regalo para su hija quien vive con su madre, ahora separada del hombre. Así son los relatos o cuentos de Nadie es tan fuerte: sí, todos somos seres rotos, y nos rompe un atardecer, un beso que nos dan, un decir hasta pronto. Y a veces, solo a veces, eso es tan bueno como para hacer literatura.

122 p

Universidad Autónoma de Nuevo León

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