Marion, Blanca, Emilia, Maltés, Dante, Tadeo, Bruno, la Gringa, Teresa, Julio, Mara y la narradora del cuento que le da título al libro no son sólo relatos, sino vidas que Nona Fernández desenvuelve ante el lector para jugar con ellos una danza de espejos en los que cada uno de ellos es el otro, se desdobla, adopta las inciertas particularidades del otro para ser él por momentos, particularmente en momentos de soledad. Esto, ser el doble, se establece desde el primer cuento, y para mi gusto el mejor del volumén: "Marion". Un fotógrafo, recién divorciado, se instala en un departamento con la intención de vivir al fin su vida como desea, pero no sabe que en el sitio están ocultas unas cajas con la vida del inquilino anterior, Luis. Las cajas le son reveladas por Antonio, la vecina del piso de abajo, quien dice que Luis era alguien importante y que se había ido. Dentro de las cajas hay una con fotos y discos y, en la de fotos, el fotógrafo encuentra un envoltorio con fotos desenfocadas de Marion. Cuando ésta aparece en el departamento y lo llama Luis, y lo confunde con Luis, el fotógrafo sin saber empezará este juego de suplantación de Luis que lo hace generar las mismas dinámicas que Luis tenía con Marion y con Antonia. Así el relato se vuelve una trampa y nos regresa de manera circular al inicio del cuento. La prosa además construye una gran atmósfera enrarecida, gris. Creo que eso es también una cualidad del libro: todos los cuentos, por alguna razón, me los imaginé en blanco y sus escalas de gris, como películas de hace mucho, que avanzan lento, con planos y encuadres que magnifican las escenas. Al final, en "Maltés", asistimos al juego final del libro, en el que parece ser que todos los relatos que hemos leído, han sido escritos por la Gringa, quien a veces, suplanta sin saber a Maltés, un célebre escritor que habita una buhardilla, y al que su novio, quien originalmente es el escritor del cuento, termina por suplantar o tal vez ella a él... imposible saberlo. Así, este cielo es un juego de suplantaciones, de dobles, de hijos que se llaman igual que padres, abuelos, mujeres que suplantan a otras. Una cosa es cierta: para que esto ocurra, sólo es posible mediante el delirio de la enfermedad, la agonía o cierta depresión. No todos los relatos terminan así, acaso el de las suelas de "Zapato roto" deja algo de esperanza, aunque el cuento no tenga ninguna en su narración. Me gustó mucho el libro.
Editorial Cuarto propio
165 p
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