Sunday, September 14, 2025

Li, Nicos Cavadias

Viajé a Saltillo a presentar un libro y me llevé unos en el coche para leer antes y pasar la tarde allá. Dicho sea de paso, mi tarde transcurrió con mucha tranquilidad. Comí unos baos vietnamitas que tenían realmente la consistencia de una nube y el sabor explotó en mi boca cuando además les agregué unas gotas de salsa siracha, macha y un aceite de orégano. Y, aunque llevaba otros libros, pasé antes a la librería Carlos Monsiváis y me encontré con las siempre viejas ediciones del Sunambulista que venden ahí desde hace años y que al parecer nadie compra. Los libros son casi saldos que parecen olvidados en el tiempo, pero que a mí me han dado a conocer al menos a una gran autora y hoy -ayer-, a otro autor que voy a seguir; me refiero a la gran Yoko Ogawa y ahora a Nicos Cavadías. La novela de Cavadías se titula Li. Es muy breve, no pasará de 20 páginas, me parece, igual y es más un cuento largo que una novela en sí. Pero es de esas obras que no necesitan tantos adornos. Hoy leía, en palabras de un colega, una verdad aquí en China -donde ocurre esta historia-: cuando no tienes una gran historia lo que haces es reunir varias historias mediocres. No es el caso. Lí es un breve relato conmovedor. Un hombre ya mayor, de casi 40 años, marino, llega al puerto de Hong Kong en el buque donde trabaja. Al instante, éste se ve rodeado por sampáns de donde baja una serie de personajes extraños que sirven a los marinos en toda clase de cosas: limpieza, cocina, vida sexual, etcétera. El marino toma para sí a una pequeña niña china de 10 años, que trae consigo, en la espalda, a su hermanos de algunos meses de nacido. La contrata para limpieza, sorprendido por su estampa y su voluntad. La chica toma todo lo que puede y lo guarda para llevárselo a su familia, que vive en uno de los sampáns en el puerto de Hong Kong. Lo que se crea entre ambos es una amistad, que termina llevando a Lí y al marino al puerto, para que ésta conozca a su familia a la que nunca ha visto pero que vive en tierra firme. En algún momento, el marino, enternecido, intenta cargar a Li y ponerla en su regazo, pero la chica se niega, pero al día siguiente viene con una mujer mayor y le dice que ella sí puede hacer lo que el marino quiere, pero éste explica que no quería aquello. Pero la niña es inteligente y vive para cuidar al marino en todo. Ese breve punto es medular en la historia, por eso lo relato: habla de una vida dedicada al servicio y de una vida que intenta capturar la fragilidad de los hijos que no se tienen. Al final cada quien se va. El marino le promete a Lí que volverá, pero ella le contesta, con sabiduría, que no lo hará, pero que está bien, que el dragón dorado, ese que nos permite alcanzar gracias a la ayuda de otros, cosas que por nosotros mismo no podemos, se presenta solo una vez en la vida. Ya fuera del puerto, en otro, el marino descubre, entre sus ropas, que Lí lava, acomoda y cuida, un pequeño dibujo de un gran dragón dorado en un papel viejo, sucio. La obra es sensacional: construye una amistad entre dos personas que no deberían tenerla: un viejo marino griego, poeta, una niña de los ejércitos de la servidumbre del puerto de Hong Kong. Y sin embargo, de uno y del otro lado, hay respeto, afecto, admiración, cada quien da lo que puede. Una parte emocional ocurre ya en el puerto, cuando el marino lleva a Lí a conocer la ciudad y ésta aprovecha para conocer a su familia que nunca ha visto, pero que gracias a su madre sabe dónde encontrar. El marino observa sin juzgar todos los actos, los ceremoniales, sin dejar de ser un poco como un padre, más bien, un protector, pero en alguna parte también le queda claro que, si puede ir a esos sitios en la ciudad, es sólo porque Lí lo protege. Con pocos trazos, apenas los necesarios, Cavadías construye un sitio mítico, atmósferas fraternas, misteriosas, una ciudad que se desdobla ante nosotros con su caos, tanto lacustre como terrestre. Gran y pequeño libro, sin duda uno de mis preferidos de ahora en adelante.

78 páginas
Editorial funabulista

Saturday, September 13, 2025

Raíz que no desaparece, Alma Delia Murillo

Esta historia inicia el día que desmontan la palmera de Reforma, la mítica palmera de Reforma en la glorieta de Insurgentes y Río Rhin. En el acto, una mujer que busca a su hijo intenta hurgar en las raíces de la misma porque soñó a su hijo y en el sueño éste le indicaba que se encontraba debajo de un árbol con troncos y raíces negras. Este es el punto de partida para esta novela que indaga en los elementos inquietantes de la desaparición por violencia de personas en México, además de la relación simbiótica de nuestra naturaleza con la naturaleza de los árboles. La periodista se suma a un grupo de buscadoras en donde intima con Ada, la mujer de la glorieta, y con un joven empleado de la fiscalía. Lo interesante y más poético de este libro, es que la búsqueda inicia en los sueños: los sueños que tienen las madres y padres de familia de personas desaparecidas y en dónde éstos les indican que se encuentra su última morada. Un libro ligero, construido con sueños, cartas, biografías reales de personas desaparecidas y una periodista que a pesar de transitar por una separación amorosa, se enlaza también a ayudar a encontrar el cuerpo, al menos un cuerpo de los más de 125 mil que hay en nuestro país, con cifras aumentando.

242 páginas

Alfaguara

Wednesday, September 03, 2025

El hombre de barro, Adriana García Roel

Este libro es un clásico en la literatura del norte de México y, específicamente, del noreste. Adriana García Roel era una autora muy joven cuando obtuvo un premio por esta novela que está emparentada mucho con un estilo de novela de ese tiempo que hacía el retrato de las sociedades campesinas o en las periferias de las ciudades, y lo hacía con el retrato -literario- del lenguaje de esas comunidades. Aunque la novela, entonces sí toca cierto costumbrismo, logra salir airosa del solo retrato de la vida campesina y me parece que es algo más allá. La historia inicia con un zoom: el narrador, un hombre del que no sabemos mucho, pero funge como un testigo bienhechor, ya que ayuda a la comunidad a la que se acerca, nos dice que, cerca del río que llega al pueblo, pero más arriba, en la sierra, hay un puñado de jacales en donde vive un grupo de personas a las que él va a conocer. Así, jacal por jacal, nos presente a sus habitantes, sus cuitas, sus dolores, sus amores, sus esperanzas y también sus tristezas. La novela avanza pues, como un conjunto de relatos de diversas personas, la chica que usa crema de víbora para curarse unos granos, los jóvenes enamorados que se envían cartas, el dueño de la tienda de la localidad, que lo mismo venden artefactos prácticos para la vida en el campo como amuletos, aceites y "güesos de gigantes" para curar empachos y cólicos. Cada historia nos acerca a cierto tipo de miseria, debo decir que el capítulo que más me gustó y más me hizo reaccionar fue el del pequeño niño con hidrocefalia que muere pronto y la manera como se retrata el funeral y el dolor son muy buenos. También la primera historia, la del parto de Nativas, y las del grupo de burreros que llegan a la localidad me agradaron tanto como la narración del río manso que se vuelve venida de agua tras una tormenta y acaba con todo. Hasta aparecen las "cocas guisadas", ¡gran receta! Y lo mejor de la obra es que el lenguaje salta entre la captura del argot campesino con largas y bellas descripciones sobre la sierra, sobre el río, el silencio y la noche en la montaña. Me recordó mucho a Rulfo, sobre todo el del Llano en llamas, porque si en aquel hay venidas de ríos, acá también, si allá hay líos de faldas, en este también, si en aquel hay santos herejes, lo mismo ocurre en El hombre de barro, cuya idea final es esa: que solo somos barro dentro del barro, barro cubierto del barro final de nuestra tumba. 

304 p.

Fondo Editorial Nuevo León

Universidad Autónoma de Nuevo León

Sunday, August 31, 2025

La noche y el día de Ayami, Bae Suah

Compré este libro hace relativamente poco tiempo y, como me volví a enganchar con la lectura, me di tiempo de leerlo el día de ayer. Además es corto, así que no representó mucho tiempo. Está traducido por Ana Barragán. Ahora dicho esto, no lo entendí. O el libro no era para mí. O me pareció un libro algo tramposo. Como cuando no se tiene algo que contar, pero se introducen perspectivas y elementos de relleno, auxiliares que den páginas. La idea es interesante: una mujer atiende un teatro para ciegos, es decir, donde sólo se reproducen sonidos y se lee, actoralmente, un libro. Sin embargo, la novela nos sitúa justo en el último día que este auditorio estará abierto porque la "fundación" de la que no se dice más, supongo que ha de ser alguna entidad coreana -sí, el libro ocurre en Seúl-, decide dejar de subvencionarlo para en su lugar poner ahora una galería de arte que, misteriosamente, funciona también de la noche a la mañana. Ayami, que después sabremos que también tiene el nombre de Yeoni, fue una una niña huérfana, que vive con una anciana que recibe unas pastillas azules que le entrega un hombre, Buhda, que incluye un capítulo de su vida en la novela, en fin. Hay repeticiones de personajes, de ciertas imágenes como vestidos de algodón demasiado almidonados, fotos, etcétera. La novela busca encontrar un tono, un atmósfera que sí logran novelas contenidas como las de Yoko Ogawa, en donde hay una fragilidad que permea las acciones de los personajes, pero me parece que aquí no lo logra. Bae Suah es un escritor célebre el Corea, y además, este libro lleva ya cinco ediciones, pero no pude conectar con él. Al final, el día y la noche de Ayami se volvió caótico para mí, no logré entrar en su propuesta y, como me dijeron hace tiempo, no todo termina bien ni tienes que estar en paz con todo lo que te sucede. Así que, bueno, si he de rescatar algo, es la idea de un teatro para ciegos. Esa idea me encantó. Creo que es un gran punto de partida para una novela que no sea ésta.


122 p

Shiro Libros

Wednesday, August 27, 2025

La noche de las reinas, Vicente Alfonso

Algo que me gusta mucho de la forma como narra Vicente Alfonso es que es un maestro de la estructura narrativa. Sí, como los viejos maestros, es hábil en la construcción de los escenarios, de la trama y del manejo de la información. Nada está escrito porque sí, sino que opera en el fondo de cada escena o cada sección, una verdad que se escamotea y que sólo saldrá hasta que quien lee lo necesita para quedar aún más atrapada. Una narrativa de telaraña, que atrapa y te lleva por donde él quiere. Además de la construcción de la trama es un hábil constructor de atmósferas, tanto de la que surge de los escenarios en donde transitan sus personajes como de las internas, las que suelen volver enfermizos y derrotados, sedientos de venganza, abúlicos o frágiles a sus personajes. Todo esto lo resuelvo al leer su novela más reciente, La noche de las reinas, en donde cuenta el ataque a un gobernador de Sinaloa durante el ensayo del Miss Universo en Mazatlán en 1978. Que lo diga de manera tan categórica es parte del encanto de la novela. Vicente se mueve con soltura por las coordenadas de la vida tanto política como sentimental de Mazatlán y sus alrededores. Trae al lector a la guerrilla, a las argucias de los políticos, al servilismo puro y soñador de cierto tipo de periodismo y de cierto tipo de escritores que dan por lo que anotan su vida o al menos sus sueños. La narración cambia de perspectiva cada cierto tiempo, pasa del periodista Garay, al gobernador, el Tiburón Higareda y a las dos reinas de la novela: Miss Sudáfrica e Irene, una jovencita de la sierra sinaloense. Entre estas cuatro voces reconstruye el atentado y el caos, porque si algo tiene esta novela es que no tiene un espacio de tranquilidad: todo está enfierecido, caótico, hay vallas por todos lados, retenes, gritos, tráfico, incluso en los espacios tranquilos algo se mueve con el ritmo de las caderas de Renata. Pringa en el ambiente calor, suciedad, olores putrefactos y sol, un montón de sol. En fin, pues una gran novela, que te mantiene sin que la sueltes. Pienso ahora que extrañamos o se extrañan esos narradores que saben que su trabajo es contar una historia, no tanto construir artefactos no ficcionales literarios, que suelen hacer bostezar a muchos, pero no es este el caso. Me parece curioso, eso sí, que el libro me recuerda a Volar sobre el pantano, de Gerardo Laveaga, del que también he escrito un reseña hace algunos meses. En fin. Gran libro. No cuento más, ojalá les atraiga.

156 p
Alfaguara

Saturday, August 23, 2025

La caja de colores, Arturo Cantú

Qué hermoso libro es La caja de colores de Arturo Cantú. Cantú fue uno de los pioneros de la literatura regiomontana a mediados del siglo XX y algunos años posteriores hasta que finalmente migró a la Ciudad de México para ocupar distintos puestos de la burocracia federal. En este breve pero luminoso libro, que podríamos emparentar con Las manos de mamá de Nellie Campobello, Cantú hace un retrato fragmentando -no sé si podría ser de otra forma un retrato sobre la madre- de la suya. Y nos la presenta a partir de su próxima muerte, que ya ella y él presienten. Pero, lo que hace Arturo Cantú, en estas memorias, es que nos lleva no a la muerte, sino al momento en el que su madre le reveló que un día ella y todos, habríamos de morir. Cantú retrata con calidez esa mirada infantil, del niño que cree que existe la inmortalidad hasta que es justo su madre quien le aclara que no, que todos habremos de morir. Entonces, él vuelve el rostro para ver a esa mujer que ama, esa gran mujer con su vestido verde, sus lazos, su fuerza, que lo lleva entre las calles del centro y no puede creer que esa mujer morirá. El resto de la obra gira alrededor de la infancia, de las visitas a la madrina, del estar en el mundo entre juegos y aventuras. Es un libro pequeño, no pasará de las 90 páginas, pero es un libro hermoso. Y refuerza, claro, toda esta teoría del amor maternal, todas estas reescrituras de la muerte como memoria. El título del libro justo tiene que ver con esto que les relato. La edición tiene además muchas imágenes de Gerardo Cantú, pero me distrajeron, la verdad, porque va con esa idea de que hay que ilustrar los libros, pero éste acepta dos cosas nada más: cero ilustraciones o bien, ilustraciones que sí vayan acorde con lo se escribe. Como sea no hace mella en lo sustancial: un libro poderoso, sensible, como pocos hay en la literatura mexicana contemporánea.


80 pag.

Universidad Autónoma de Nuevo León

Thursday, August 14, 2025

69 grados norte, donde habitan los silencios, María-Fernanda González Rojas

Como una buena parte de los adultos, a mi edad ya he tenido mis roces con el duelo; desde los más simples, acaso la pérdida de un objeto, hasta algunos mucho más complejos que tienen que ver con la pérdida de parejas, familia y futuros. Esto, por supuesto, no me ha preparado para los duelos que seguirán presentándose en mi vida a lo largo de ésta o bien, para el que yo deje en los demás ante una repentina partida. Como se dice de la escritura, que un libro no te enseña a escribir otro, una pérdida tampoco, acaso sólo te dan algunos puntos de referencias, pero ahondamos en ellos con mitad ceguera y mitad luz. Por eso, porque quisiera tener herramientas para el mismo, cada cierto tiempo leo o busco guía en libros que reflexionen sobre él. Así fue como llegué a 69 grados norte, donde habitan los silencios, de María-Fernanda González Rojas. En él, María-Fernanda, en una estructura interesante, reflexiona sobre la muerte de su madre, Martha Inés, a causa del cáncer. Escrito en triadas, María-Fernanda nos ofrece tres fragmentos de la vida de su madre, con un poema para cada texto, tres ensayos cortos sobre el duelo, la migración -que es otro tipo de duelo- y la herencia, que es, a final de cuentas ese repositorio eficaz de la memoria para mantenernos a flote. La herencia que nos da identidad. La herencia que nos señala el futuro. La herencia que es una casa en donde buscamos refugio para recordar que hemos sido antes, otros, que ese otro que hemos sido ha sobrevivido ya a otros duelos. Los ensayos van sobre la obra de Didion, Octavio Paz y Elizabeth Bishop, y los relatos construyen tres momentos: el momento en el que a Martha Inés le anuncian que su cáncer ha llegado a la etapa cuatro, el momento en el que Martha Inés luchó para evitar un fraude electoral en Camargo y finalmente, el recetario emocional y gastronómico de esta mujer compleja y silenciosa, en el que destacan el pastel azteca, el pollo almendrado, la carne en chile y el souflé de pan. Éste, me parece, es el capítulo breve más hermoso del libro, pero también diría que, aunque las sentencias que se recuperan de Didion, Bishop y Paz son contundentes, la que a mí más me conmovió fue la siguiente de la autora: "¿Con tu ausencia, qué parte de mí se ha borrado?" Y porque me decanta la idea, poderosa, de que cada duelo nos hace nacer a otro distinto. Un yo que evoluciona por el dolor. Nunca seremos más el de antes, el que no había perdido nada. Nunca podremos regresar a ese Edén, en el que no había muertos, en el que no había desamor, en el que no había tristeza o rencor, pero puede que, por la herencia, por la voluntad de resignificar, ese otro que nace, ese otro yo que aparece, escondido hasta entonces dentro de nosotros, pueda tener el alcance a algo más cercano a la divinidad, a algo más cercano a la belleza: la frágil y bella sensación de que el tiempo es breve. Que ya vienen. Que estemos preparados y con nuestros vínculos sanos para decir adiós. 

108 p
UANL