No sé qué tanto se ha escrito de Muerte caracol en el pasado, porque no pienso hacer una búsqueda al respecto. Me solicitaron un texto largo sobre la novela, pero no sé si lo logre escribir. Así que vengo aquí a apuntar algunas ideas no del todo conectadas, pero que sí está en la novela. Primero, debo decir que es una novela muy inteligente. Armada al detalle. Que huye del paradigma de la novela policiaca o noir. Es una novela que desafía ese patrón y usa sus vicios para burlarse, pero también para honrarla. Me explico. Un asesino en serie, Jefrey, escucha voces que lo obligan a matar y que lo llevan a tener como sello de identidad a un caracol que siempre deja en los cuerpos de sus víctimas. El hombre, al más puro estilo de los asesinos literarios-cinematográficos, se implanta en tu cerebro como una copia del asesino serial de El silencio de los inocentes. Pero esa historia que leemos no es la novela, sino la de un hombre que la lee, un guardia o empleado médico de un hospital público. Este hombre es un lector de estas obras y anota frases, se rebela contra el autor, mientras discurre en su aparente vida anodina. Sin embargo, la novela del asesino del caracol continúa y cada capítulo está narrado por una voz distinta, una exploración a todos los tipos de narradores que pueden contar una historia de este tipo. Al hacerlo, Ivonne se burla, pero también respeta el género. Incluso hace la alusión, con la ayuda del lector, de todas las falacias y lugares comunes de este tipo de obras, pero ejecuta a la perfección los lugares comunes del género. Mientras eso ocurre se nos muestra con más detalles el aspecto sentimental del lector quien sueña con ser un asesino e incluso intenta cometer uno sin éxito. De nuevo, re escribir el lugar común, pero hacerlo bien. La novela avanza son fluidez y reconocemos el paso del asesino, el símbolo del caracol y de la muerte hasta que, desde la tiranía lectora de quien lee encontramos los mecanismos y el corazón de la novela: matar no por maldad, sino por asco. Acaso la gran reveleción que nos lleva de la mano al final: Quien lee sobre asesinatos, al no poderlos hacer, los ejecuta en la ficción. Es una estrategia interesante: la novela al fin no ha sido sobre un asesino sino sobre un escritor: alguien que da vida para después quitarla. Me recordó a otra novela, una de Patricia Higsmith, Crímenes imaginarios, donde un escritor de guiones de cine decide "matar" a su mujer quien en realidad ha salido de viaje, pero los vecinos lo ignoran y eso conduce a un final descabellado. Ivonne no hace lo mismo, pero sí pasa por las capillas del horror con soltura, imaginación y diría acaso, sarcasmo.
Wednesday, January 29, 2025
Sunday, January 26, 2025
El desencanto de las sombras, Eva Leticia de Sánchez
Saturday, January 25, 2025
Vals para lobos y oveja, Ernesto Lumbreras
Siempre me han fascinado las novelas que reconstruyen épocas pasadas, como esas telenovelas de época. Y cuando lo hacen sin el interés de reconstruirla, es decir, que pasan por ellas solo como el escenario por donde discurren los personajes, el verdadero motivo para contar la historia, pues es mucho mejor. Eso y más puedo decir de la estupenda Vals para lobos y oveja de Ernesto Lumbreras, una novela que nos lleva por los años complejos y furiosos del siglo XIX, en el delta del Mississippi, el viejo oeste y el mundo gambusino, los apaches, la caza de los mismos, la nostalgia por la invasión norteamericana y el fanatismo religioso en México tras la guerra contra el II imperio de Maximiliano. El joven Sthepens sale de Inglaterra junto con su madre para probar suerte en Estados Unidos tras quedar desamparados por la muerte del esposo y padre en el mar. El viaje convierte a la novela en una mezcla de novela de iniciación y de road novel. Es una novela entrecortada, contada en fragmentos, con una clara voz literaria que, en primera persona, nos relata el viaje del joven, su enfermedad en el barco, su violencia juvenil, su amor por los libros y las marionetas, su vida como gambusino y finalmente, su muerte a manos de una turba religiosa azuzada por el párroco de Ahualulco, Jalisco. Las cosas que más me gustaron ya las he medio dicho, pero debo agregar como el gran personaje de esta novela a la prosa poética, sintética, a los remates finales de los capítulos que capturan con belleza la naturaleza humana y el paisaje. Es una gran obra. Si tuviera qué elegir cinco cosas que disfruté mucho fueron: los monólogos y el arte de trabajar con marionetas, la descripción de las cañadas y la vida gambusina, la escena cruel, delirante y amarga de una venganza que ocurre casi al final de la historia, el lenguaje y claro, el viaje por el Mississipi.